17/9/11

Cáncer de pene (16)

Cómo no llamarme pedófilo, si Lucía sólo tiene once años. Un abyecto pedófilo. Un delincuente.
Pero yo no quería. Lo juro. Aunque no me crean, ella me obligó. Yo quise resistirme. Pero no me ofreció chance.
En resumen, fuimos hasta el hotel donde años atrás forniqué a su abuela.
Ella sabía, su abuela se lo había narrado de manera pormenorizada, cómo fueron los detalles de aquel encuentro sexual.
Quiso repetirlo al detalle.
Me tiró sobre la cama (soy un sujeto físicamente esmirriado). Le dije que entre ambos nada pasaría, que era inmoral lo que proponía pues ella era tan sólo una niña.
Se rió con desdén en su faz pecosa.
Le dije que mi miembro no se erectaría, pues lo que quería hacer conmigo era una perversión innombrable, y no estaba dispuesto.
Pero ella se levantó su blusa y me mostró sus pechitos incipientes. Luego se quitó las braguitas rosadas de algodón por debajo de la pollera y me bajó la cremallera portando una sonrisa irónica, tal como lo había hecho su abuela.
Comenzó a tocar mi miembro con su mano pequeña mientras me confesaba que se excitaba al pensar -no voy aquí a dar precisiones- sobre ciertas prácticas zoofílicas y necrofílicas.
Entonces no sólo mi falo se erectó de una manera alarmante y por demás vascularizada, sino que apenas ella lo hubo ingresado con dificultad en su vulva carente de vello, eyaculé con tal rudeza, que me se me acalambraron los músculos abdominales y experimenté una súbita baja de la presión arterial.
-Mi abuela me dijo que su pene era mínimo -me manifestó mirando la sangre con fijeza-, pero es más chico aún de lo que imaginaba. Y por otra parte, hace dos horas tuve mi primera menstruación. Espero que me haya dejado embarazada.