13/3/12

Esmegma (19)

-Bien sabes que no te quiero. Que nunca te he querido, ni lo haré jamás -solía decirme todo el tiempo mi padre cuando era niño.
Él y madre se habían separado apenas hube nacido y yo pasaba algunas temporadas con él.
Y por supuesto que tenía en claro que no me quería. Él se encargaba de hacérmelo saber a través de una constante sodomía.
Me insertaba en el ano algún objeto y me decía: "No hago esto por ser un perverso sexual. No lo disfruto. Sólo pretendo que el castigo no se te olvide nunca".
También me hacía vestir de niña y me hacía darle el pecho a una muñeca. Mientras tanto, se reía de mí, señalándome, hasta caerse al piso por obra de las carcajadas.
Cierta vez, tenía yo siete años, me subió a su auto y me condujo hacia las afueras de la ciudad. En cierto momento, me hizo bajar  del vehículo y me llevó hacia un granero. Me dijo, apoyando su mano en mi hombro:
-En un pueblo africano (los Ljo) los niños y adolescentes deben de copular delante de los mayores con una oveja, como parte de un rito de iniciación.
Cuando abrió la puerta del edificio de madera, pude ver un grupo de personas que me miraban y se reían y, a un costado, las lanas blancas y ensortijadas del animal.