La habitación, de por sí, era abyecta: el piso estaba cubierto por vómito seco que mandaba un hedor ácido y vencido. Extraño por parte de Mallet, que era pulcro hasta lo patológico.
Pero en eso radicaba el poder de la situación; en disfrutar de los reversos y prefigurarlos, en la comunión del vicio.
El cuarto se ubicaba en el sótano de la morada del casero de mi amigo. Cuando Mallet me propuso copular a sus pacientes siamesas, lo hizo de forma harto convincente: me dijo que la más fogosa y más regular desde lo físico sería para mí. La más frígida y con más deformidades es mía, aclaró.
Las muchachas estaban unidas por la frente y un ojo y compartían una porción considerable de masa encefálica. Era cierto: una presentaba deformaciones no tan marcadas; la otra poseía descomunales minusvalías.
Al arribar al sitio, Mallet ya las tenía desnudas en un camastro. Había servido un par de Gomsterffi sobre una mesa derruida. Al verlas di media vuelta e intenté salir corriendo. Pero Mallet me detuvo.
-Enfréntate con tu abasiaofilia, Carlos. No la niegues -me dijo por lo bajo.
Acto seguido se dirigió hacia la muchacha que había elegido para sí, se desabotonó la bragueta y comenzó a orinarla.
Era evidente que a la chica le desagradaba pues se revolvía y emitía quejidos guturales zarandeando a su hermana, que me miraba con el rabillo del ojo y se reía. Luego ésta comenzó a masturbarse y entre las sacudidas me invitó a acercarme. La orina de Mallet la salpicaba.
Pensé una vez más en huir. Pero al mismo tiempo cavilé en mi esposa Helena mofándose, como a menudo lo hacía, de mi pequeña genitalia; además era la primera vez que una dama me convidaba tan abiertamente a fornicarla.
De manera que con suma indecisión me le acerqué. Mientras tanto, mi amigo Mallet defecaba sobre la hermana.
Extraje el miembro que, dado lo enredoso de la situación, no se había erectado gran cosa y la penetré como pude. Su vulva se encontraba completamente lúbrica y receptiva. Tuve que cerrar los ojos.
Pero cuando tomé verdadera consciencia de lo que estaba haciendo, la erección se me presentó de súbito y así, mientras mi amigo vomitaba sobre su compañera, eyaculé con saña.